¿Para qué se investiga en Nuevos Alimentos?
Uno de ellos es conseguir productos que les proporcionen mayor rendimiento, ya sea a través de dotarles de mayor resistencia ante agentes que puedan ocasionarles algún daño (insectos, herbicidas) o bien consiguiendo producciones superiores en cantidad y /o calidad a las precedentes, con mayor contenido en ciertas grasas o determinados aminoácidos más beneficiosos para la salud.
El otro motivo es lograr Alimentos Funcionales.
El otro motivo es lograr Alimentos Funcionales.
Se conocen como Alimentos Funcionales aquéllos que poseen al menos un componente que afecta positivamente y de forma específica a funciones concretas del organismo, promoviendo un efecto fisiológico o psicológico distinto al de su valor nutritivo tradicional, pudiendo darse el caso de que la sustancia que produce dicho efecto no posea ningún valor nutritivo en absoluto.
No todos los Alimentos Funcionales son Nuevos Alimentos ya que puede tratarse de alimentos tradicionales que hayan demostrado más o menos recientemente un efecto beneficioso sobre el organismo.
Se puede entender el efecto beneficioso en cuanto que mantienen el estado de salud y bienestar de la persona que los consume, o bien en cuanto que reducen el riesgo de que padezca alguna o varias enfermedades determinadas, que se expondrán más adelante.
Entre los Alimentos Funcionales se encuentran los Probióticos, Prebióticos o combinación de ambos (Simbióticos).
¿Qué ventajas nos aportan los Alimentos Funcionales?
Disminución del riesgo de cáncer.
Diversos alimentos pueden actuar de este modo, por medio de tres mecanismos principales: eliminación de sustancias tóxicas, disminución de la proliferación celular y oposición a la acción cancerígena de determinadas hormonas, como los estrógenos, en el cáncer de mama y algunos tumores ginecológicos.
Entre los componentes de los alimentos que pudieran tener actividad anticancerosa se encuentran algunos aminoácidos (ver documento), ácidos grasos (ver documento), vitaminas (ver documento) y minerales (ver documento), así como compuestos sulfurados de los ajos e inhibidores de las proteasas de la soja.
Disminución del riesgo de enfermedad cardiovascular.
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Existen sustancias en el organismo que eliminan los compuestos oxidados pero generalmente precisan metales para actuar de una forma correcta, por lo que, indirectamente, hierro, cobre, zinc, manganeso y selenio también disminuyen el riesgo de enfermedad cardiovascular.
Estimulación del sistema inmunológico.
Numerosos nutrientes intervienen en procesos de activación y maduración de las células del sistema inmune, como la estabilidad de las membranas, expresión de determinantes antigénicos y otros marcadores de diferenciación y especialización.
Entre estos nutrientes se encuentra el aminoácido arginina, que estimula a las células de defensa para destruir microorganismos, la glutamina que incrementa la actividad del sistema inmune en la mucosa intestinal, los ácidos grasos omega-3 (pescados), los ácidos nucleicos, numerosas vitaminas como las antioxidantes, así como la vitamina D y algunas del grupo B y los metales antioxidantes.
Control de la obesidad.
Algunos componentes de los alimentos pueden actuar disminuyendo el apetito, como la cafeína y teobromina de café y té y péptidos con actividad opioide; otras sustancias de la dieta incrementan el gasto energético (de nuevo cafeína y teobromina), disminuyen la absorción de grasas (fibra dietética) o modifican la distribución de los depósitos grasos (fitoestrógenos en soja).
Disminución de la velocidad de envejecimiento.
Dado que los procesos de envejecimiento se relacionan con las reacciones de oxidación en el organismo, las sustancias antioxidantes comentadas con anterioridad y una reducción de la ingesta calórica pueden tener un efecto positivo; así mismo se cree que los ácidos grasos omega-3 pueden disminuir la velocidad de envejecimiento porque reducen la incidencia de procesos degenerativos asociados con la edad, como el cáncer y las enfermedades cardiovasculares.
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